14 Octubre 2019
Brexit: aires de aplazamiento recorren Europa

Su idea de salida no satisface a ninguna de las partes. Empecinado en llegar al próximo 31 de octubre con el Reino Unido fuera de la Unión Europea (UE), Boris Johnson ha enfrentado a todos los estamentos del país, incluida la Corte Suprema. Su estadía en Downing Street ha sido más traumática que la de su antecesora Theresa May; es más, pareciera que todas las trabas que Johnson puso al acuerdo de salida de May, ahora él las recibe de vuelta. Y pocos en su partido, su país y en Bruselas creen que la fecha se cumpla, abriendo la posibilidad de una nueva prórroga.
Como emblema del Brexit duro (sin acuerdo alguno), el argumento principal que esbozaba Johnson al rechazar los acuerdos de salida de Theresa May era la situación en la isla de Irlanda. Según Johnson, la idea de dejar a Irlanda del Norte (parte del Reino Unido) con la República de Irlanda en una zona protegida durante un par de años transcurrido el Brexit, dejaría al Reino Unido imposibilitado de lograr acuerdos con terceros países.
Para salir de ese problema, la idea presentada por el actual premier es más enredada aún. Su plan crea “una zona regulatoria en toda la isla de Irlanda, que cubriría todas las mercancías, incluidos productos agrícolas de alimentación”. En teoría, esto permitiría mantener la frontera abierta entre las dos Irlandas. Y de acuerdo a Johnson, “no será necesario controlar productos en la frontera, si no que pueden hacerse en puestos (ubicados) a varios kilómetros de esta”.
En Bruselas reaccionaron con duda. Guy Verhofstadt, responsable del Brexit en el Parlamento Europeo, señaló que la propuesta no da suficientes garantías a Irlanda. “La primera impresión de cualquier miembro del Grupo de Orientación del Brexit no fue positiva”, afirmó.
Dicha medida no da un plazo para mantener esta condición, que deja a Irlanda del Norte sujeto a la regulación de la UE sin frontera física. La Asamblea de Irlanda del Norte debe renovar este estado cada cuatro años. El problema radica en que la Asamblea no sesiona hace más de dos años por peleas entre unionistas y nacionalistas. Los primeros, partidarios de la separación dura, incluso han suavizado su postura a la espera que Bruselas y Londres encuentren la mejor alternativa.
El apoyo que el Congreso de los Conservadores en Manchester dio a Johnson fue una pequeña luz de calma en la serie de luchas contra los poderes del Estado que ha tenido en su corta gestión. Incluso, con la tozudez de llegar al 31 de octubre sin acuerdo, Johnson decidió suspender la actividad del Parlamento por un período de cinco semanas, cosa de no dejar tiempo para la negociación de un acuerdo de salida.
Como señala el protocolo, Johnson pidió permiso a la reina Isabel para tales efectos. Por supuesto, la monarca no puso reparos y le concedió el permiso. Sin embargo, la Corte Suprema revocó la decisión del premier y mandó de vuelta a trabajar al Parlamento, considerando la medida de Johnson “ilegítima y nula”. Además, en unanimidad, el tribunal afirmó que la decisión “tenía la intención de evitar la capacidad del Parlamento de realizar sus funciones constitucionales sin una justificación razonable”.
“No entiendo a un Parlamento que se resiste al cierre de sus sesiones y a la vez rechaza la propuesta de un adelanto electoral”, afirmó Johnson, respetando el fallo, pero sin compartirlo. Muchos se preguntan si con estos hechos, el primer ministro puso en riesgo el prestigio de Isabel II, ya que la monarca tiene poco margen de acción al respecto y su labor se remite solo a entregar el permiso.
Tras el fallo de la Corte Suprema, Johnson ha aplicado el principio estoico de todo político: morir en su ley. Por lo tanto, la culpa del ambiente desastroso es de sus detractores, quienes pasan a ser “los enemigos del pueblo”, así como un Brexit pactado sería una “traición” o una “rendición”.
Johnson no cuenta con mayoría en la Cámara de los Comunes, por lo que ha perdido todas las votaciones desde que asumió el cargo a fines de julio.
Para sus colegas del Parlamento, la actitud es la misma: “Si quieren cambiar el gobierno, permitan ya unas elecciones”, desafiando así a la oposición a presentar una moción de censura en su contra. Esto permitiría, según sus cálculos, reconfigurar la Cámara en su mayoría.
“¿Va a esquivar un voto de confianza sobre mí como primer ministro?”, preguntó Johnson directamente al líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn. El líder tory y los suyos se oponen a esto mientras se mantenga la idea de salir de Europa el 31 de octubre sin acuerdo.
“Dice que quiere elecciones generales, yo quiero elecciones generales” -afirmó Corbyn-. “Es muy sencillo, si quiere comicios, que consiga un aplazamiento (del Brexit)”.
Un proceso cada vez peor
La llegada de Boris Johnson al poder estuvo precedido de un tormentoso 2019 para las esperanzas británicas de concretar la salida de la Unión Europea: por 432 votos contra 202, el acuerdo de salida negociado por Theresa May había sido nuevamente rechazado en el Parlamento. La mayor discrepancia fue la frontera de Irlanda, que de acuerdo a Johnson, dejaría atado de manos al Reino Unido para firmar nuevos acuerdos mientras se mantuviera esta situación, al tiempo que los liberales de Corbyn querían prolongar este estado, y por qué no, aspirar a un nuevo referéndum.
El 15 de marzo, y con escasas posibilidades de reunir apoyos, el acuerdo de Theresa May sufre una nueva derrota en el parlamento (391 contra 242), y su objetivo de llegar al 29 de marzo con el retiro listo se ve imposible. Para dar mayor suspenso, el presidente de la cámara, John Bercow, advirtió a May que un acuerdo rechazado dos veces no podría ser sometido nuevamente a votación.
En Bruselas recibieron los aires de una prórroga a la fecha de salida. Michel Barnier, negociador de la Unión Europea, señaló que Reino Unido debía presentar “argumentos de peso”, que se concretaran con una carta formal a Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, confirmando que la salida no sería el 29 de marzo.
Prometiendo incluso su salida si el acuerdo era aceptado, un nuevo rechazo gatilló el aplazamiento hasta mayo. Esto llevó a Reino Unido a participar de las elecciones al Parlamento Europeo, y la primera mayoría obtenida por el Partido del Brexit -de Nigel Farrage- fue la guinda de la torta de un proceso lleno de vergüenza para la política británica.
Cuando la nueva prórroga al 31 de octubre fue un hecho, Theresa May bajó finalmente los brazos y presentó su renuncia, dejando en manos de los poderes que le imposibilitaron su gobierno llegar a un acuerdo de salida. Tarea difícil para Boris Johnson, que ahora vive en carne propia las dificultades de su predecesora. Y deja al Reino Unido más cerca de una prórroga que de la cada vez más lejana salida definitiva.