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Una misiva cargada de sentido y experiencia que apelaba a que en un mundo cada vez más impredecible —y en el que las amenazas no tradicionales se han multiplicado—, la diplomacia es y seguirá siendo una herramienta imprescindible para garantizar un sistema político internacional estable. Y en ese contexto, restarle recursos al Departamento de Estado podría debilitar la capacidad de EE.UU. para influir de manera exitosa en la prevención o resolución de posibles crisis políticas o conflictos armados.
“Hechos alternativos”
Pero sin duda, uno de los aspectos más polémicos ha sido la relación entre el gobierno de Trump y “la realidad”. Ya durante la campaña, los medios de comunicación se vieron enfrentados a que el entonces candidato republicano tenía la capacidad de afirmar cosas que no eran correctas. O de las cuales podía retractarse en cuestión de horas. Algo que muchos consideraron que no tendría mayores repercusiones, salvo por el hecho de que lejos de haber sido hechos aislados durante ese periodo, se volvió una constante al interior de la nueva administración.
El primero se produjo apenas dos días después de asumir la presidencia, el pasado 20 de enero, cuando una de sus
asesoras más cercanas, Kellyanne Conway, en una entrevista televisiva se refirió a la existencia de los “hechos alternativos”. Un concepto que surgió a partir de las fuertes críticas al vocero, Sean Spicer, luego que él en una conferencia de prensa asegurara que los medios de comunicación habían mentido respecto de la baja asistencia de partidarios a la ceremonia de cambio de mando de Trump, comparada con la de Obama en 2009.
A este se sumó el episodio en que Trump afirmó que la tasa de homicidios en Estados Unidos estaba “aumentando horriblemente”, siendo que la situación era al revés. O que en las elecciones presidenciales habían votado tres millones de indocumentados, lo que —según él— explicaba la ventaja de Hillary Clinton en el voto popular. Sin olvidar cuando el Mandatario hizo referencia a un supuesto atentado terrorista en Suecia que jamás había ocurrido.
En este contexto, la acusación —sin pruebas, hasta el momento— de que el gobierno de Obama lo había espiado durante la campaña, es solo el último de una larga lista de episodios similares.
Muy de acuerdo a su estilo, Trump ya está dejando su huella en la Casa Blanca.