Page 22 - Boletín Observatorio Octubre 2016
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han ganado elecciones. Un ejemplo es Joseph Estrada, célebre actor local, quien fue Presidente hasta 2001, cuando debió renunciar tras ser sometido a un juicio político; volvió a postularse en 2010. Otro caso es el del actor Fernando Poe Jr., quien también fue candidato a la Presi- dencia en 2004. Se suma el boxeador Manny Pacquiao, quien tuvo una pausa en el mundo político entre sus defensas del título mundial de ese deporte, y ahora ha vuelto a la política tras vencer en las elecciones de mayo por un puesto en el Senado. Es bastante posible que su si- guiente objetivo sea la Presidencia.
Turnocoatismo: pasarse de un partido a otro no solo no está prohibido, sino que además es una práctica habitual de los candidatos. A Marcos, antes de gra- duarse de dictador, el Partido Liberal le rechazó su nominación como candidato presidencial, y entonces cruzó hasta el Partido Nacionalista, que sí lo proclamó. Otra práctica era común en ese entonces: las “zonas libres”. Esto es, distritos en que un mismo partido podía llevar dos o más candidatos para un solo cupo debido a la incapacidad para decidir a su nominado.
La práctica persiste, pero en forma tenue. Hoy hay una variación: si el candida- to para un cupo no consigue la nomina- ción del partido, simplemente salta a otro partido o crea el propio. Quizás eso suene conocido en algunos casos en Chile, pero la magnitud es gigantescamente superior en Filipinas. Otra práctica es la de can- didatos a un puesto de elección popular que asocian su publicidad de campaña con otros nombres conocidos de distintos partidos, incluso opuestos, para multipli- car sus opciones.
Fachadas: en sentido estricto, los partidos son de papel. Los candidatos y los repre- sentantes elegidos no toman en cuenta a sus partidos, pues no existe una estruc-
tura partidaria ni reuniones programáticas.
o cinas permanentes en el territorio con personal a cargo. Los partidos solamente aparecen para las campañas de nomina- ción. Entre elecciones, las o cinas centra- les de los partidos se ubican en la o cina o hasta en el hogar del líder de turno.
Clientelismo: según los expertos, dada la carencia de políticas programáticas, la relación entre políticos y partidos se cons- truye sobre una relación de dinero. Los clanes están mejor preparados para ese modelo, por su desarrollada máquina de redes clientelares. Una vez en el poder, los recursos provienen del aparato estatal y así la relación con los votantes se profun- diza y corrompe.
La llegada de Duterte
Con partidos de cáscara y propuestas pro- gramáticas de baja densidad, el fenómeno Duterte tiene explicación. Pertenece a un clan que desde hace décadas ha gober- nado los destinos de su región de origen, especialmente Mindanao y Cebu.
Como alcalde, fue conocido nacional- mente como un dirigente identi cado con causas sociales y como un adalid anti-de- lincuencia. En sus períodos se levanta- ron escuadrones armados que mataron a civiles, incluidos niños de la calle. “Olví- dense de las leyes de derechos humanos. Si consigo llegar al palacio presidencial, haré lo mismo que hice como alcalde”, prometió en su campaña a Presidente.
Como candidato presidencial del partido PDP-Laban (el mismo de Corazón Aquino), su imagen quedó asociada a la ayuda social y a una suerte de desatado combate al crimen. Por medio de un discurso llano y en ocasiones vulgar, se acerca a un elector medio que ve en Duterte a un par.
“Hitler masacró a seis millones de judíos”,
dijo hace algunas semanas. “Ahora, hay
tres millones de drogadictos. Yo estaría
22 | Observatorio Internacional No10 | Facultad de Comunicaciones y Humanidades | Universidad Finis Terrae De hecho, los partidos ni siquiera tienen


































































































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